El teatro romántico (cont).

(…) El principal objetivo del libro, repito, era aprovechar la proverbial ironía romántica para encauzar futuros estudios de obras románticas, en particular, hacia los postulados de la corriente crítica revisionista generada en EE.UU., a raíz de los estudios de Booth sobre la ironía. Ello suponía estudiar no sólo las piezas dramáticas, sino también aquellos libros y documentos que reflejan actitudes, aspectos sociales, formas de hablar y de pensar de los románticos de las dos generaciones, división tradicional con la que estamos de acuerdo.

A lo largo del trabajo se introducen comentarios que vinculan las artes plásticas y la arquitectura al desarrollo general de la corriente, en donde también la ironía y hasta el sarcasmo se ponen de manifiesto. Y no nos referimos sólo a los satíricos cuadros de Alenza.

Siguiendo la idea de Sperber y Wilson de que la ironía produce un distanciamiento del autor, incidimos en numerosos casos en que el autor de dramas, cuando actúa de crítico (Larra, Bretón, Ventura de la Vega…), pone en evidencia, incluso satiriza los excesos románticos, que como autor él mismo utiliza.

Nuestra propuesta para los dramas románticos es una lectura revisionista similar a los trabajos de Peter Dun o Allan Paterson sobre los dramas de celos de Calderón. Sin dejar de dar la información pertinente sobre el movimiento romántico como hecho cultural y hasta como forma de vida.

Volver a Publicaciones